viernes, 25 de septiembre de 2009

APUNTES PARA UNA ÉTICA AMBIENTAL Y DE EMPRESA - Segunda parte




LA ÉTICA AMBIENTAL COMO UNA OPORTUNIDAD PARA EL MUNDO EMPRESARIAL



Richard Antonio Orozco C.

Lo dicho hasta aquí justifica la posibilidad de una ética ambiental como preocupación colectiva que surge de la toma de consciencia de nuestra vulnerable vida en sociedad, cada vez más insostenible y asentada en estructuras que reproducen una honda fractura social. A partir de aquí, sin embargo, queremos plantear ahora algunas consideraciones necesarias para proponer una ética empresarial que no debe ser vista como una alternativa a la ética ambiental, sino como una precisión de dicha ética dirigida directamente al ámbito de las empresas. La razón para tal identificación estriba en que el objetivo de una ética ambiental abarca también el desarrollo de una sociedad justa económicamente hablando, en donde las oportunidades y beneficios de la modernidad se presenten al alcance de todos y en donde el crecimiento económico esté acorde con el desarrollo social; explicitando aun más, esto significa que el mundo empresarial no logra su crecimiento económico a costa de sueldos de sobrevivencia para sus trabajadores o privándoles de sus derechos laborales, y que la relación que establece con la comunidad se asienta sobre formas de colaboración y cuidado del medio ambiente. Todos estos son, pues, fines planteados por una ética empresarial pero, como hemos dicho, la ética ambiental los considera incluidos dentro de su concepción de mundo sostenible. Lo que estoy intentando mostrar es el reduccionismo que suponía una concepción de la ética ambiental restringida solo al trato de problemas ecológicos causados por nuestro desmesurado consumismo irracional. Ese tipo de concepción, presente más bien en la génesis del movimiento verde (Commenne, 2006), sí podría ser considerado disociado de una ética empresarial, pues sus objetivos podrían ser vistos como en direcciones ajenas: una que dirige sus objetivos hacia a la naturaleza y la otra hacia el ámbito social. Este, felizmente, no es el caso de nuestra consciencia ambiental en la actualidad. Por el contrario, resaltamos el hecho de que un auténtico desarrollo ambiental supone la coincidencia de logros en distintos planos como el económico, jurídico, ecológico, político, empresarial, tecnológico, cívico etc., y por eso mismo reconocemos a la ética empresarial como incluida dentro de una visión amplia de la ética ambiental.
Adela Cortina define a la ética empresarial como una ética cívica y por tanto como una ética de mínimos. Esto quiere decir que tal ética no se encamina a precisar el concepto de felicidad único para todos los ciudadanos, sino que queda determinada por unos contenidos mínimos como son la tolerancia, la igualdad, la libertad, etc. Entre estos contenidos mínimos también se encuentran los derechos humanos. La autora señala, sin embargo, que es necesario considerar mucho más ampliamente dicho conjunto de derechos hasta incluir, en una segunda generación, nuestro derecho a la sociedad justa – con igualdad de oportunidades y posibilitando la realización personal bajo plurales concepciones religiosas, políticas e idiosincráticas – y en una tercera generación, nuestro derecho a la paz y a un ambiente saludable (Cortina, 1996). Así pues, también tras este planteamiento, la ética ambiental y la ética empresarial habrían coincidido en fines, subsumidas ambas en una ética cívica. De esta forma, Cortina incide en que tal ética se forja con independencia de nuestras preferencias de credo, cultura o ideología política; y que lo único que nos exige es el respeto por esos mínimos requisitos de convivencia que pueden ser explicados mediante la regla básica de un desarrollo individual que no demande ningún coste a los conciudadanos.
No obstante, la tendencia que más recientemente ha mostrado la necesaria ligazón entre ambas éticas es la determinación de la responsabilidad social y ambiental de las empresas (RSE) como exigencia impostergable en un mundo con tanta fractura. Esta tendencia, bastante reciente por cierto, propone una ética empresarial desde la perspectiva del medio ambiente en que se gestiona; entendiendo por ‘medio ambiente’ la interconexión de planos en que se definen las relaciones de la empresa con los diferentes actores económicos (stakeholders): trabajadores, clientes, inversionistas, comunidad, país, etc. En otras palabras, el respeto hacia el medium no solo exige tomar en consideración la relación de la empresa con la naturaleza, sino que se trata de incorporar en nuestra mirada todos los impactos causados por la gestión empresarial. La sola presencia de la empresa en una comunidad origina una serie de alteraciones que en términos generales podemos llamar ambientales pero que hacen referencia a distintos planos interconectados – políticos, sociales, ecológicos, culturales, etc. – y que son de absoluta responsabilidad de la empresa. La RSE se ha convertido así en un enfoque que sustenta una ética ambiental-empresarial asumiendo la estrategia de interpretación holística heredada de la ecología.
Se hace necesario considerar que estos nuevos enfoques para una ética ambiental y empresarial pueden ser muy bien una nueva oportunidad para la vida en sociedad: la oportunidad de un desarrollo ecológicamente sustentable y socialmente justo. Nuestra historia, en cambio, ha estado marcada por desarticulaciones sociales y autocomprensiones atomistas, es decir, actores sociales que se interpretaron monológica, autónoma y disociadamente. La estrategia de interpretación que cada actor social asumió frente a sus responsabilidades con el médium se sostuvo sobre una mirada reducida e inmanente. El empresario se entendió a sí mismo como enfrentado al gremio de los trabajadores y opuesto también a los intereses de la comunidad. Los trabajadores de igual forma asumieron que su desarrollo no podía conciliar con el del empresariado, ni con el político. En la medida de sus posibilidades, cada uno de los actores sociales intentó esquivar responsabilidades para con los otros. Así los empresarios evitaron pagar sueldos justos o reconocer los derechos laborales a sus trabajadores, al mismo tiempo que desarrollaron fórmulas para la evasión de impuestos. Mientras que los trabajadores propiciaron con su consumo el desarrollo de un mundo alternativo informal que les era económicamente más asequible aunque supuso costos sociales que ellos consideraron como no de su incumbencia. Así pues, se fueron gestando lo que hemos denominado fracturas sociales, una erosión social que divide y enfrenta a los distintos agentes. Para todos ellos, un trato armónico hacia la naturaleza fue una demanda aceptada, pero siempre desde la concepción de un coste o de un aporte solidario hacia las generaciones futuras. Un sentido reduccionista de la responsabilidad cundió por doquier y se evitó así toda preocupación extra porque se la consideró una carga que, si estuvo en las posibilidades, era mejor evitar.
El resultado de tal modelo agregacionista fue el enfrentamiento, la erosión y un modelo de desarrollo insostenible en el que campeó la racionalidad egocéntrica y la libertad negativa, contrapuesta esta a la responsabilidad y a la exigencia social. Deseo justificar esta idea del mundo insostenible con algunas cifras elocuentes. Para facilitar la comprensión, pensemos en el mundo como un pueblo de 100 habitantes. Las estadísticas nos muestran un panorama con las siguientes características (Commene, 2006):

60 Asiáticos
14 Americanos
13 Africanos
12 Europeos y medio habitante de Oceanía
52 Mujeres
48 Varones
70 No blancos
70 No cristianos
89 Heterosexuales
11 Homosexuales
52 Están dispersos por el campo
6 Poseen el 59% de la riqueza, muchas norteamericanas.
50 Viven con 2 dólares por día
25 Viven con 1 dólar por día
15 Producen más de la mitad de las emisiones de CO2
25 Consumen ¾ de la energía total
17 No tienen ni servicio médico, ni techo adecuado ni agua potable.
50 Sufren malnutrición
70 Son analfabetos
80 Viven en una vivienda de mala calidad
20 Controlan el 86% del PNB y el 74% de las líneas telefónicas
11 Usan un coche y serán 20 de aquí a 20 años
20 Disponen del 87% de vehículos y el 84% del papel
9 Tienen acceso a Internet
1 Tienen acceso a un nivel de estudios universitarios.
1 Muere y 2,3 niños nacen cada año
Y el pueblo tendrá 133 habitantes en el 2025.

La situación se presenta, desde todo punto de vista, escandalosa. Constatamos así lo insostenible que se ha vuelto la vida; las diferencias y desniveles muestran la urgencia de pensar en sistemas que contrarresten tal estilo de desarrollo. Lo que parece claro, a partir de tales datos, es que los beneficios de la modernidad y la tecnología son el gozo de pocos, aunque sí todos deben afrontar los costes. Sin embargo, para ser más explícitos, presentamos ahora unos datos mucho más elocuente respecto a los niveles de gastos y preferencias de los que más tienen comparándolas con los costos que significarían hacer frente a las demandas más impostergables del mundo (Commene, 2006):


LOS NÚMEROS EXPRESAN MILES DE MILLONES DE DÓLARES ANUALES

  • Maquillaje 18
  • Atención de salud reproductiva para todas las mujeres 12
  • Alimentos para mascotas (EEUU y Europa) 17
  • Erradicación del hambre en el mundo 19
  • Perfumes 15
  • Alfabetización universal 5
  • Cruceros 14
  • Agual potable sana para todos 10
  • Helados (Europa) 11
  • Inmunización de todos los niños 1,3


Estas escasas diferencias entre objetivos ineludibles para un desarrollo justo y los gastos superfluos de una sociedad consumista son prueba palpable de un equívoco en la ruta elegida para el desarrollo. Ante esta situación escandalosa, ya no se trata solo de caridad, se trata de un desarrollo sustentable. Muchos teóricos recientes han incidido en la urgencia para cambiar de rumbo, se ha enfatizado por ejemplo que la crisis económica internacional no solo es signo de una situación coyuntural, sino mucho más estructural. Joseph Ratzinger, en su calidad de Sumo Pontífice, ha remarcado esta necesaria conexión entre los fríos datos económicos y los conceptos de desarrollo ético y social (Benedicto XVI, 2009). En esa misma línea se ubica el nobel en Economía, Amartya Sen. Para dicho autor, originario de la India, la herencia moderna que disociaba el ámbito de los valores sociales y éticos respecto del ámbito económico ha mostrado su colapso (Sen, 1989). Afirma este autor que quienes aun quieren defender la autonomía de la ética respecto al concepto ético de desarrollo, se amparan generalmente en una equivocada interpretación de los textos de Adam Smith. La lectura errónea tiene su origen en una petición de principio, pues se parte de la necesaria autonomía de ámbitos como un presupuesto de la interpretación. Evidentemente solo se justifica lo que de comienzo ya se sostiene. Para Sen, en cambio, ni en Adam Smith se puede encontrar tal dicotomía entre desarrollo ético-social y crecimiento económico. Prueba esto afirmando que en los textos de Smith no hay necesariamente un reduccionismo a la hora de concebir la capacidad decisiva del ser humano. La economía no se desarrolla plenamente si pretendemos explicar al ser humano bajo la sola racionalidad egocéntrica. El criterio en las decisiones de un empresario no necesariamente se reduce a la ganancia irresponsable, se puede conjugar muy bien tanto su anhelo de crecimiento económico con su sentido ético de responsabilidad hacia un desarrollo con justicia y ecológicamente amigable. Esa es la propuesta de una ética ambiental y empresarial: la oportunidad para cambiar de rumbo y lograr un mundo sustentable con un auténtico desarrollo ambiental.
En 1987 la Naciones Unidas publicaron el Informe Brundtland. En él se enfatizaba la correlación existente entre la pobreza en el mundo y la degradación de los medios naturales. El texto, además, demostraba que el crecimiento económico sostenido en el tiempo, la lucha contra la pobreza y la buena gestión medioambiental siempre van juntos. En ese informe se definió por primera vez el concepto de desarrollo sustentable (sustainable development), que afirma la posibilidad de un tipo de desarrollo ecológicamente correcto y socialmente justo.
En verdad, el argumento para defender la idea de una ética ambiental como oportunidad es más sencillo de lo que parece. Tal y como Al Gore lo ha mostrado en sus ya famosos documentales, sería una falacia colocar los intereses individuales en una balanza frente a los intereses ambientales. Si el medioambiente se vuelve insostenible ¿qué interés individual puede ser logrado? En palabras de Commene: “no hay empresa sana en una sociedad enferma” (2006, p. 88) Así, pues, se trata de la posibilidad misma del desarrollo no de una alternativa. Pero es una oportunidad porque al final el beneficio es para todos: empresarios que pueden vender más, trabajadores que se sienten mejor tratados y más reconocidos, consumidores que pueden obtener mejores productos, gobiernos que perciben mejores contribuciones, inversionistas que participan más activamente en el desarrollo de la empresa y que ven una mayor rentabilidad en sus inversiones, etcétera, etcétera. Claro que todo esto es posible siempre que se comience no identificando al dinero como ‘la finalidad’ del desarrollo de la empresa, sino como el medio para lograrlo.
Algunos ejemplos ilustrativos del RSE en la práctica que muy por el contrario de lo que se podría pensar no llevaron a ningún desmedro en su rentabilidad, sino a un desarrollo sostenible en el tiempo:
· Carrefour International, multinacional de la distribución, primero en Europa y segundo a nivel mundial; 9200 negocios en 30 países. Evalúan las condiciones sociales en las cuales se fabrican los productos. Se garantiza así, por ejemplo, que el consumidor no recibirá un producto fabricado por niños. Para ello ha creado un ‘comité de control’ integrado por 4 representantes de ONG, la Federación internacional de ligas por los DDHH y dos representantes de Carrefour.
· BP Polonia. Centrado en el comercio minorista, GLP, aceites, asfaltos y productos químicos. Ha creado el programa ‘Clean Business’ (Czysty Biznes) que busca aumentar el rendimiento ambiental de pequeñas y medianas empresas y demostrar que este va acompañado de una mayor eficacia y una rentabilidad más alta, también para las comunidades locales.
· Proyecto ‘Fersol’ (Brasil). El lema que ha adoptado es “Responsabilidad social – Cultivando nuestra tierra y nuestra gente” Se planteó como objetivos: direccionar sus inversiones; privilegiar la manutención del empleo; apostar por el entrenamiento de la mano de obra especializada; incentivar la educación y el proceso de concientización socio-ambiental. Destinó el 15 % de sus ganancias y los proyectos que desarrolló fueron:
o La escuela ‘Fersol’
o El programa ‘analfabetismo cero’
o Privilegiar la diversidad a la hora de contratar personal. (61% mujeres, 38% afrodescendientes, 26% por encima de los 45 años, 3% con talentos especiales)
o Debates en años de disputa electoral
o ‘Cuando el 1% se transforma en el 100%’ Contribución voluntaria del 1% de sus salarios, para adquisición de canastas básicas familiares para las comunidades de Manrique y la región adyacente. Los beneficiarios son estimulados a participar en iniciativas de reciclado de residuos o bien en programas de alfabetización.
o Actividades recreativas para sus empleados.
o Fundación Abrinq, programa que defiende los derechos de los niños.
En todos estos casos, la ética ambiental demostró ser una alternativa sana de desarrollo que permite un bienestar para todos. Los consumidores conscientes exigieron productos fabricados responsablemente y esto trajo mayor ganancia a las empresas que cumplen con esos estándares. La exigencia de los consumidores trajo, a su vez, trabajadores mejor tratados y una comunidad que se ha visto beneficiada significativamente. En otras palabras, un desarrollo empresarial que sí se logra a partir de una reconciliación.



BIBLIOGRAFÍA

BENEDICTO XVI. (2009), Caritas in Veritate. Carta encíclica. Lima: Editorial Salesiana.
COMMENNE, V. (2006). Responsabilidad social y ambiental: el compromiso de los actores económicos. París: Charles Léopold Mayer.
CORTINA, A. (1996). “La ética empresarial en el contexto de una ética cívica”, en: Cortina, A., Ética de la empresa. Claves para una nueva cultura empresarial. Madrid: Trotta.
DEWEY, J. (1964). Naturaleza humana y conducta: introducción a la psicología social. México: FCE.
DEWEY, J. (1995), Democracia y educación. Una introducción a la filosofía de la Educación. Madrid: Morata.
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GOLDSMITH, E. (1993), The Way. An Ecological World-View. Boston: Shambhala.
GOMEZ-HERA, J. (Coord.) (2002), Ética en la frontera. Madrid: Biblioteca Nueva.
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SEN, A. (1989), Sobre ética y economía. Madrid: Alianza Editorial.
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